viernes, 12 de marzo de 2010

El inevitable agujero

Cuántas veces tu corazón explotó al recordar ese momento que sabías, te cambiaría la vida? Esa persona que apareció casualmente en ella y la puso patas para arriba. Con su aire distraído y sus lentes, personificó todo aquello que te gustaba y no encontrabas. La indiferencia, ese mal tan necesario, se encargó de alimentar el anhelo de un nuevo encuentro, una nueva charla; magnificó todas tus fantasías e ilusiones. Les dio vida, les dio un futuro y una forma definida. Las pintó de colores y hasta te hizo sentir que era real... hasta que lo fue y solo pudiste visualizar nubes a tu alrededor; el más suave cielo, la más espléndida paz. Todo por él. Esa foto, ese texto, ese video... ese recuerdo, parado delante tuyo, de carne y hueso. Esa figura de corazón noble y lastimado, ideas y palabras confusas, pero tan sinceras. Esa persona brillante y oscura a la vez; pacífica, pero cargada de impulsos... impulsos que no puede liberar, impulsos que lo consumen y que solo pueden soltarse de una forma. Pobre de él, que no sabe lo que le hace a tu corazón y a tu alma. Pobre de él, que no sabe todo lo que tiene en sus manos... No sabe lo que genera una caricia en el lugar correcto, una palabra en el momento preciso, un beso apasionado y húmedo con la presión y la violencia necesaria. Pobre de él que, queriendo hacerte un bien, termina despedazándote.

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