En ese hueco frío yace mi condena;
el peso de la arrogancia y el egoismo
hacen sombra sobre mi
y me arrojan entre la maleza.
- "Arrastrate!", me ordenan, con sus lenguas lascivas
y no puedo hacer más que obedecer;
agachar la cabeza y raspar mis rodillas.
Asesinar el último atisbo de dignidad
dentro de mi percudida alma.
Arrojarme a los leones,
transformarme en carne de cañón
para satisfacer el deseo sádico
de alguien más; de alguien más fuerte
y decidido a aceptar su naturaleza,
por más perversa que sea.
De mirar a su destino,
frente a frente, sin temblar
caminando por ese trayecto, sin temor
No hay comentarios:
Publicar un comentario