Las lágrimas caen impacibles; los puños rojos, oprimidos a los costados de mi cuerpo.
El sudor frío, congelando cada centrímetro de piel; helando cada partícula de voluntad.
La sangre agolpándose en mis oídos, ensordeciéndome. Transformando el exterior en un película
muda.
El viento corta, raspa, arranca. Mi alma ya no está conmigo. Se enecuentra en paz.
Yo misma elegí mis demonios. Yo misma naufragué en la felicidad y certeza.
Es mi destino.
Yo misma deberé saltar.
martes, 25 de enero de 2011
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1 comentario:
"La sangre agolpándose en mis oídos, ensordeciéndome"
Esto me encantó. "Que la palabra alcance la altura de la imagen" decía Cossa en unas de sus obras. Eso pasó en esta oración.
Y sí, uno elige sus demonios.
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