Secret and black poetry

Sé que existe una infinidad de personas a las que pueda molestarle mi necesidad de plasmar en cualquier perfil mis constantes cambios de ánimo. A veces, mientras escribo entradas compulsivamente, no puedo evitar pensar eso. Y también pienso si alguien sentirá algo al leerlas y qué podrían llegar a producir. Creo que es en ese momento cuando siento cargo de conciencia, pero no puedo evitar hacerlo. Como tampoco puedo evitar explicarme, todo el tiempo. No para excusarme, sino porque no me gustan las interpretaciones libres; no cuando se trata de mi. Obviamente me gusta que las personas que se toman la molestia de leer lo que escribo, puedan darle algún sentido a lo que leen. Pero cuando se trata de conductas mias o algo relacionado directamente a mi personalidad, prefiero evitar malos entendidos.
A qué viene todo esto? A nada y a todo, en realidad. A la situación actual que estoy viviendo y a mi necesidad de escribir acá las cosas que se me van cruzando por la cabeza. Los recuerdos, las decisiones, los cambios tan drásticos de ánimo y la gran mezcla de sentimientos en mi interior.

Cuando pienso que, a pesar de lo mucho que dolió, hice lo mejor, estoy tranquila. Triste, pero tranquila, cargando mi propia mochila, yo sola, como siempre preferí hacer.
El problema son esos pequeños contactos, casi imperceptibles, que me dan vuelta la cabeza y anudan mi estómago hasta el punto en el que la sensación de tranquilidad se transforma en un tortuoso dolor. Intranquilidad y nervios.
Recuerdos por doquier y un sentimiento de soledad que me encuentra desprotegida y débil.
Imágenes fugaces en mi cabeza, de momentos que parecen ya tan lejanos. De besos, abrazos y miradas. Sábanas y camas. Arrebatos de locura y también de ternura. Paseos de la mano, risas y complicidad.
Una nueva forma de entender y ver las cosas. Una nueva experiencia. Otro dolor. Una nueva herida.
La misma sangre, la misma sal. El mismo cuerpo, pero con un corazón diferente.


Quién más me estará leyendo?