lunes, 28 de marzo de 2011


Para qué demostrar y preocuparse,

buscando apañar el dolor de los demás?
Cada pedazo de alma, cada caricia, cada lágrima compartida
es sólo un puñal más; una herida más dentro de tanto dolor.
No se trata de dar, esperando recibir; ni siquiera de exigencias.
Se trata de saber cuánto y cuándo;
de preservarse, quererse.
Pero mayormente de repetarse.
Porque duele cuando la fotografía es diferente,
cuando nuestros ojos engañaron.
Cuando las palabras mintieron
y el calor de los cuerpos se alejó.
Los por qué inundan la cabeza, sin respuesta alguna,
salvo algunas palabras repitiéndose intermitentemente.
Algunas lecciones no aprendidas,
ignoradas, que hoy golpean con fuerza
y nos obligan a dar la espalda,
no para recibir un nuevo golpe,
sino para salir por esa puerta
y dar a cada uno eso que realmente merece.


No hay comentarios: