Anda, sin saber hacia dónde,
sobre los húmedos adoquines,
mientras escapan de su boca
miles de paisajes de alquitrán...
Su sombrío rostro,
golpeado por la tristeza,
y yo, sin saber cómo, le pregunto...
porque somos así, espontáneos.
Silencio.
Su mano, aferrada a la mía;
lo veo lejano, como una cometa.
Lejano y dirigible.
La voluntad se le ha escapado
y ni cuenta se dio.
Lo veo y me veo.
Blanco y negro...
Un alma llena de sombras,
no puede opacar
un corazón con tanta luz.
viernes, 8 de julio de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario