domingo, 14 de agosto de 2011

Me encuentro en una disyuntiva; uno de esos momentos cruciales en nuestra vida. Nunca lo había sentido tan a flor de piel... Ser o no ser; o, mejor dicho, ser o dejar de ser. Es duro tener mi edad y replantearme eso. Más duro es sentirlo, vivirlo y, en algunos momentos, desearlo. Llámenlo escapismo pero, a veces, me canso de la mierda (que yo misma genero, seguramente), sintiendo que me ahogo dentro de ese pozo inhabitable, en el que hace tanto me encuentro.
Es jodido despertarse sin una motivación y terminar el día con ese sentimiento de vacío siempre presente. Sentir que no encajás, no servís; que nadie puede sacar nada en limpio de vos.
La mierda llegó hasta el cuello y, desde hace un tiempo, sólo doy pazos en falso, rompiendo y alejando lo poco de bueno que había a mi alrededor. Pero es normal. Las personas perdidas se comportan así, sin sentido, autodestructivamente. Es entendible, al no saber qué camino encarar elijo mal; pésimamente. Y lloro... Tal vez demasiado. Y me pregunto mil veces el por qué de todo esto y siempre recibo la misma respuesta: un silencio inmortal. Un silencio que congela todo lo demás. Estéril. Muerto. Como yo.


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