Ahí está, espectante, agazapada, esperando el momento de máxima debilidad para atacar; para destrozar mi yugular de un zarpazo y beber mi sangre. Quiere nutrirse y mancharse con ella; demostrar su triunfo: el triunfo de la mente sobre la materia. Ser la prueba de que me rendí, de que bajé los brazos y no aguanté más.
La observo, incrédula de que desee tanto mi mal, mi sufrimiento. A punto de estallar por una ira contenida; por considerarla tan astuta y a mi, tan estúpida de caer siempre en sus garras. Por creer en sus hipnóticos ojos y dejarme, una vez más, arrastrar entre vagas y vacias promesas.
Qué cambió está vez, para que yo te creyera? Qué pruebas de bondad y voluntad recibí de tu parte, para ceder de nuevo? Todo lo que decís tiene su esencia en la infelicidad, la competencia y la insatisfacción. Cada vez que escucho tus quejas, termino por sumirme en un pozo ciego. Cada súplica quema mi garganta; la tierra lástima mis ojos y solo puedo sentir presión y más presión. Disconformidad. Dolor. Muerte.
Nunca es suficiente. Siempre pedís más, más y más.
Jamás fuiste buena para mi.
jueves, 1 de octubre de 2009
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1 comentario:
Muchas veces, nosotros somos nuestro peor enemigo.. Eso es muy cierto.
Me encantan tus escritos, Bobs =)
Y ella? Si te dijera quienes son ellos, te reirías demasiado. Pero sabes lo que pienso sobre los sueños, y creo que ellos son una personificación de dos personas reales en mi vida. Sólo falta saber quiénes...
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