Y qué cuando hasta el último manotazo de ahogado no sirve? Arrastrarse, humillarse, rebajarse... Recibir los golpes sin hacer una mueca, sin emitir sonido; limpiarte la sangre, levantar la cabeza y mostrarle al mundo tu moretón ya no te hace sentir tan valiente como antes. Qué pasa cuando te mirás al espejo y notás, un poco empañada y enmascarada, esa tristeza omnipresente en los ojos? Aquellos que nunca te permitieron mentir y que, hoy en día, tampoco lo hacen.
El nudo que no afloja, el óxido que cada vez corroe más el material. Un cuerpo gastado, amarronado... Un cuerpo al que le falta aceite, agua, un ajuste de tuercas. Un alma que pide a gritos una almohada caliente, un masaje... un abrazo estrecho y real. Una necesidad urgente e infinita de cariño; una palmada en el hombro en reconocimiento a algo. Una sonrisa, un beso en la mejilla, en la mano... en el aire, pero que se dirija al corazón.
Una vida que lucha por salir de la monotonía, el dolor de la mediocridad, la soberbia del miedo, la ira de la injusticia y el dolor del olvido. Una vida que, pese a lo que demuestra, se rompe cada noche para reconstruirse cada mañana, todavía sin poder encontrar esos pequeños pedazos que juntan una parte con la otra.
Una sombra que clama por sentir lo que su vida no le permite.
martes, 23 de marzo de 2010
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1 comentario:
La lucha diaria que tenemos de todas de alguna manera en nuestra vida es palpable en las pequeñas cosas...
Me ha gustado descubrirte.
besostes de esta peke.
pd. te espero por mi rincon con tu taza de cafe, siempre que quieras...
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