No puedo evitar preguntarme cuánto durara esta vez, antes de que la tormenta rompa sobre nuestras cabezas, borrando cada partícula de esta frágil ilusión. Esto que nos obliga a creer una vez más; a jugar una vez más y apostarlo todo, creyendo que no vamos a perder, pero sabiendo que las probabilidades son altas. Sin poder callar aquella lúgubre voz en algún rincón de nuestra cabeza, que nos recuerda todo. Siempre.
Y dentro de ese calor, abrazada por las llamas, nada parece importar. Nada que se encuentre fuera de ese círculo parece real. Y me aferro al calor, me dejo quemar por sus lenguas. Todo se deshace, se funde y se vuelve parte de lo mismo.
Todo desaparece por un instante, mientras mis ojos se pierden alrededor de esas líneas.
jueves, 15 de julio de 2010
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