martes, 10 de agosto de 2010

Y la sangre hierve,
a cada paso; en cada tramo.
Y me quema, me tortura...
pero no puedo detener su curso;
no puedo evitar que colisione.
Que explote, que queme.
Que te queme.
Que ardamos juntos.

Y dentro de este odio enfermiso,
de esta espiral infinita,
busco las respuestas
a esta incógnita tan atormentante...
Y no la encuentro.

Pierdo el rastro de luz, el camino hacia el interior.
El cartel titilante desapareció
detrás de la pesada y agobiante niebla.
La humedad llenó mis pulmones.
No queda más que dejarse arrastrar...



La espesura no está tan mal, después de todo.