Me dejás escurrirme entre tus dedos,
caer sobre tu cuerpo.
Abrirme paso entre el abismo
que separa tu alma de este lugar.
Traerla de regreso,
aferrarla a la mia.
Abrazarla, entiviarla.
Enseñarle que
después de tanto frío,
siempre queda algo de calor; de amor.
Paz. Eso es lo que ofrecés a cambio.
Y nada podría ser mejor ni más justo
que ese lugar donde
la mente, el cuerpo y el alma
fluyen en perfecto equilibrio.
Donde miran sus caras
y se reconocen.
Donde la suavidad del hogar está,
enrredada en tus piernas
y las mias.
viernes, 10 de septiembre de 2010
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1 comentario:
Loca, me encanta como escribis.
Hay que decirlo.
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