No importan la historia ni la intensidad;
los sentimientos volcados
y la honestidad.
No importan los nombres, los lugares, los recuerdos.
No importás vos ni yo,
salvo el deseo de destrucción.
La necesidad de reducir todo a escombros,
de borrar huellas
y enterrar recuerdos.
Está bien.
Es parte del juego
y no pienso quedarme afuera.
martes, 10 de enero de 2012
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