Siento el cuerpo cansado y la cabeza a punto de estallar. Tengo ganas de silenciarla por un tiempo y de flotar a todos lados, de evitar los movimientos y los dolores. Parece que cuando la mente está enredada, el cuerpo sufre mucho más; una especie de reflejo. Y yo, sinceramente, vivo enredada en mi vida, en mis miedos, mis sueños, deseos, afectos y frustraciones. Todo me asfixia y me rompe. Me marca de forma indeleble. Me arranca un pedazo.
Estoy bloqueada, en shock. Me cuesta razonar y sentir. Decodificar qué está pasando en mi interior. Y ya estoy agotada... De intentar entenderme y de buscar soluciones. De cambiar las formas, las visiones y los miedos. De buscar, sólo para descubrir otra cara del problema; una nueva. Diferente y, otra vez, indescifrable. Sé que nadie nace con los porques en sus manos, pero siento que no importa el tiempo recorrido ni las experiencias vividas, todos las enseñanzas le escapan a mi persona. Todos los conocimientos me sirven solamente para recitarle algún que otro sermón a quien esté dispuesto a escucharlo.
Me siento un pedazo inerte, estéril. Que podría lograr algo y que, cuando lo logra, es peor el desastre que deja en ese lugar donde solía estar aquello.
No quiero odiarme; no quiero descargar toda esa negatividad contra mi persona. Pero no encuentro motivos. Y cuando uno no entiende, cuando no encuentra una parte de la raíz, el odio y la frustración te consumen. El dolor pasa a llenar todos los huecos, es el único que se queda allí. Siempre está ahi para quedarse.
domingo, 15 de enero de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario